La mayoría de las páginas webs de las editoriales siguen ancladas en un modelo unidimensional de negocio —Web 1.0 o a lo sumo 1.5— centrado en la venta del objeto libro, sin facilitar al usuario más información por título que la usual ficha técnica con los datos mínimos, útiles para la cadena de distribución y comercialización, pero totalmente gratuitos, por inútiles e innecesarios, para facilitar u orientar la decisión de compra del lector. Su nivel de interconexión con otras páginas o sitios web es mínimo, y ni por asomo se acercan al actual concepto de comunidad, aportando si acaso un rudimentario sistema de “socios”, al que el usuario no logra descubrir ventaja alguna.
En esto llama poderosamente la atención las restricciones, cuando no prohibiciones, que hay en las webs corporativas de las editoriales en cuanto a la recepción de originales, la falta de información sobre el próximo plan de publicaciones, o el casi inexistente nivel de interactividad de sus páginas: ni siquiera ofrecen a sus visitantes un buzón de sugerencias o una casilla en blanco para hacer comentarios de los libros o simplemente manifestar sus ideas. El mundo marcha en una dirección y las editoriales, independientes o no, por otra.