Fin de fiesta.

“1978 fue el inicio de una fiesta que ha llevado a España a su ruina económica y quiebra política”

Parece que el fin de la fiesta, celebrada con dinero ajeno, se acerca. La prima riesgo alcanzaba esta semana cotas insostenibles por encima de los 600 puntos básicos y, esto es más importante, el interés de la deuda llegaba al 7,2%, lo que de facto hace insostenible la financiación del Estado español y con él la de todas las quebradas e inviables Comunidades Autónomas. Valencia ya ha solicitado el rescate, por más que Montoro se empeñe en recurrir a eufemismos. Cataluña, el oasis nacionalista en donde se cierran plantas de hospitales públicos mientras se mantienen abiertas las embajadas en el extranjero y la televisión pública, podría ser la siguiente. La gestión del tripartito no fue muy diferente a la de Rodríguez Zapatero en España. Murcia, PP en estado puro, irá detrás. Y es que no se trata de partidos. Tanto da PSOE como PP. Lo que se está hundiendo es todo el sistema. Un sistema inviable, basado en el saqueo continuo, pactado en 1978 entre las tradicionales y corruptas oligarquías del país. La izquierda, los nacionalismos y buena parte de la derecha conservadora. Eso es exactamente lo que fueron los conocidos y por los políticamente correctos venerados “Pactos de la Moncloa”. Un pacto a espaldas del pueblo vendido como la panacea por los cómplices medios de comunicación. Pueblo a quien se le volvía a negar la libertad política. Cambiando todo un poco para que todo siguiera igual. Ni siquiera se esforzaron demasiado en disimularlo.

Sólo siete meses después de llegar el PP de nuevo al poder, el pensamiento único, que es el pensamiento socialdemócrata que alimenta toda la Unión Europea –los garantes del Welfare State son los partidos de centro-derecha después de que la izquierda quedara desnortada y sin discurso como consecuencia de la caída del Muro de Berlín y el conocimiento público y descarnado de los horrores que detrás del mismo había-, ha quedado al descubierto con el fracaso de la derecha de Mariano Rajoy. Derecha empeñada en aplicar recetas socialistas, como la brutal subida del IRPF, que supuso el abandono de la ortodoxia económica que la formación popular venía defendiendo desde hacía lustros.

1978 fue el inicio de una fiesta que ha llevado a España a su ruina económica y su quiebra política. Lo malo es que los de la casta, empeñados en salvar sus lentejas a costa de la cada vez más escuálida y exhausta clase media, quieren seguir la juerga. De ahí que se resistan a aplicar las reformas estructurales que España realmente necesita y que pasan, necesariamente, por reducir drásticamente el tamaño del Estado.

4 comentarios sobre “Fin de fiesta.

  1. Hola: Entro por estos parajes por vez primera. He visto reflejada mi opinión en buena parte. Enhorabuena.
    No me canso de repetir desde hace meses (porque no puedo olvidarla), esta frase que dijo el fallecido y respetable profesor e intelectual Don José Luis Aranguren: «El Estado de las Autonomías es consecuencia de la avidez de cargos públicos de nuestros políticos».
    No es cuestión de ideología opinar de forma parecida a la del profesor, sino de sentido común.
    No quiese votar la Constitución de 1978 entre otras razones porque las Cortes que la aprobaron no eran Constituyentes, sino ordinarias.
    Habría que recordar que la fiesta -si comenzó en 1978- tuvo algunos puntos álgidos al poco tiempo. Recuerdo la Ley 31/1985 de órganos rectores de las Cajas de Ahorros: fue impulsada por Felipe a los dos años escasos de su primera victoria y, bajo la excusa de «democratizar» y conseguir una «gestión eficaz» de esas entidades (léase su Exposición de Motivos), sirvió para que entraron a saco gentes tan sin formación entonces como ahora. En fin…
    El exotismo de este país es increíble. ¿Por qué lo digo? Pues porque ¡es el único país capaz de rescatarse a sí mismo! Estado – Estado de las Autonomías – Solicitud de rescate de Autonomías al propio Estado de las Autonomías. A-LU-CI-NAN-TE. Y nada. No pasa nada.
    El problema se halla en que quienes tienen la responsabilidad de resolverlo (políticos de medio pelo por regla general) viven del «sistema», o «engranaje» que crearon otros como ellos. La referencia a «1984» es muy manida, pero muy cierta. Aquí no ha habido ideas; sólo eslóganes y crispación. Los estadistas siguen brillando por su ausencia para desgracia de nosotros, los curritos por cuenta ajena, propia o «freelance».
    Saludos.

  2. Desmantelar el Estado de las Autonomías es una opción viable a la vista de las condiciones económicas y financieras de la actualidad, pero resulta poco probable que un gobierno de España se decida a llevar a efecto una medida de esa envergadura. En cualquier caso tendrá que haber un esfuerzo de simplificación administrativa. No solo porque 17 comunidades son demasiadas, sino por la disparidad de tamaño y población existentes entre las mismas. ¿Tienen Asturias, La Rioja o incluso Murcia algún sentido como entidades territoriales autónomas? Quizá para los politicastros que viven de sus estructuras administrativas, pero para la gente de a pie no pondría yo la mano en el fuego.

    Quizá al margen de las autonomías denominadas «de régimen histórico» (Euskadi, Cataluña, Navarra) lo razonable sería que algunas de ellas se agregaran en nuevas circunscripciones (Asturias y La Rioja a Castilla-León), Extremadura a Castilla La Mancha y Murcia a la Comunidad Valenciana. Con once regiones la estructura del estado sería mucho más racional y menos costosa. Aparte de ello está claro que la administración pública en su conjunto debe reorganizarse y adquirir un carácter más práctico y menos gravoso para la economía de un país en pleno proceso de modernización como el nuestro.

    El problema no es específico de estas latitudes. Hace tiempo tuve que traducir del alemán un documento en el que se planteaban problemas de tipo similar para la República Federalo de Alemania, país al que muchos tienen por modélico en el campo de la descentralización, pero en el que obviamente tampoco es oro todo lo que reluce. Durante décadas el gobierno federal se ha acostumbrado a un proceso de división de tareas que repercute negativamente sobre el equilibrio interno del sistema político: Berlín y el Reichstag se dedican a hacer leyes o a trasladar normativas europeas, y a resultas de esto los Länder o estados federados se ven obligados a desempeñar cada vez más tareas de carácter ejecutivo. Está claro que todo esto tiene un límite, y que con el tiempo el Gobierno Federal y los estados deberán repartirse de otro modo la carga de trabajo.

    Además de lo anterior -y este es el paralelo con nuestra situación del que antes hablaba existen notables diferencias de extensión y tamaño entre los Länder. Junto a Renania Norte – Westfalia, que tiene 16 millones de habitantes, existen otros con apenas 600.000 (como es el caso de Bremen entre las dos ciudades). No es aventurado pensar que en un futuro próximo veamos cambiar el mapa de Alemania en un modo altamente inspirador para nuestros propios gobernantes. Menos territorios significa por un lado menos gobiernos regionales, menos administraciones, menos coches oficiales, y por otro mayor población por distrito, además de mayor peso económico y la posibilidad de lograr economías de escala.

    Pero bueno, todo eso ya se verá con el tiempo. Si es que se ve.

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