La España de los 6 millones de parados considera que el proyecto Eurovegas no es digno de ella. Tenemos lo que nos merecemos
Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, escribió en 1880 “El derecho a la pereza”, crítica de corte marxista contra el capitalismo, que repartiría, ya entrado el siglo XXI, el socialdemócrata diario “Público” entre sus lectores. Toda una loa a la cigarra y una condena a las hormigas, que son quienes, según la fábula, creen en lo que la corrección política denomina “cultura del esfuerzo”.
Y es precisamente la pereza consecuencia inevitable -como lo es la infantilización de la sociedad- de la socialdemocracia, que es la ideología única en España. El sistema fiscal y tributario buena parte de culpa tiene en ello. Pero no sólo. La enseñanza que castiga la excelencia, el igualitarismo simplón, el nihilismo, también tiene mucho que ver. Se dejaba ver la cuestión de forma clara y diáfana estos días atrás a cuenta de la espantada del magnate useño Adelson, sospechoso de entrada por ser yankee y además empresario. Intolerable. Culpable. Es el empresario, que no emprendedor -el galicismo sólo sirve si quien monta la empresa quiere estar dentro del consenso- de ese Sodoma y Gomorra moderno, a decir de los moralistas, llamado Eurovegas.
Eurovegas que habría supuesto, caso de llevarse a cabo, la mayor inversión hecha jamás en Europa. Cientos de miles de puestos de trabajo. Empero, buena parte de la sociedad española celebró que el proyecto, que podría acabar recalando en la tercera economía mundial, esto es, Japón, se quedase en agua de borrajas. Y que además todo ello sucediera como consecuencia de la inseguridad jurídica española, lo que es gravísimo porque provocará que cualquiera con ganas de meter un euro en la piel de toro se lo piense dos veces. Por lo visto es inaceptable que se exija seguridad jurídica.
España, la España de los seis millones de parados considera que el proyecto Eurovegas no es digno de ella. Tenemos lo que nos merecemos.