No eran pocos quienes aseguraban semanas atrás, despreciando a sus contrincantes, que el vacuo Eduardo Madina, a quien no se le conoce oficio ni beneficio fuera del partido, saldría ganador del envite. Estaban equivocados. La enemistad de “toda la vida”, forjada desde los tiempos de Juventudes Socialistas, entre Susana Díaz y Madina, así como la tercera candidatura en liza que los partidarios del vasco soterradamente achacan a una estrategia del vencedor, no ha hecho sino facilitar lo que se veía venir. Hace meses que el economista Pedro Sánchez, criado a los pechos de José Luis Balbás y posteriormente protegido por José Blanco, se perfilaba como el llamado a gestionar la última oportunidad del PSOE.
La militancia del PSOE votó este pasado domingo, para desgracia de un PP cada vez más alejado de las clases medias a quien con este resultado no le queda más remedio que virar hacia posiciones liberales, alejarse de aventuras populistas de corte socialista tercermundista y acercarse a una socialdemocracia homologable a la europea. Imaginen la cara que se le ha debido de quedar a Beatriz Talegón.
Sánchez, que pese a lo que muchos auguran estos días no va a ser un títere en manos andaluzas, quiso dejar claro de forma casi inmediata, después de las llamadas a la unidad de rigor que nadie se cree, que lo suyo no es el modelo bolivariano. Lo hizo cargando duramente contra la populista muchachada de Podemos.
Y es que el PSOE necesita urgentemente un viaje al centro político. Fue José Luis Rodríguez Zapatero, ese desastre que tan caro está costando a España, quien llevó a la histórica formación hacia posiciones de extrema izquierda, provocando así que amplias capas de la clase media le dieran la espalda. Fue en las pasadas elecciones generales cuando se produjo el trasvase histórico de un millón de votos desde el PSOE hacia el PP. A partir de ahí, que terminaran por germinar proyectos populistas de izquierdas que acabasen suponiendo un peligro no sólo para Izquierda Unida, Hundida desde que se fue Anguita, sino también para la formación que fundara el linotipista Pablo Iglesias, sólo era cuestión de tiempo. E Inteligencia.
Las elecciones en la estatista España no se ganan desde posiciones extremas. Se ganan desde el centro. Y eso parece que Pedro Sánchez y su equipo lo tienen claro. Cuestión diferente es que las diversas familias fratricidas que cohabitan en el seno del PSOE le permitan ese viraje, imprescindible para que el PSOE no acabe desapareciendo. Es la última oportunidad. Después, ya sólo queda Pablo Iglesias. El de la coleta.