En defensa de Twitter

trol

Esconderse detrás de un alias (o no), entrar en Twitter (los más) o en la cuenta personal de alguien en Facebook (los más pirados), para ponerse a insultar al interlocutor estoy segura de que tiene catalogación en el DSM. Sin embargo, se ha convertido en deporte nacional, lo que dice bastante de nuestro nivel de urbanidad y del estado de salud de nuestra muy infantilizada sociedad.

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En Facebook, en donde admito a todo el mundo, he tenido que expulsar a unos cuantos por pasarse de listos. Eso de entrar en casa ajena y ponerse a faltar al respeto al anfitrión, como que me parece de muy mala educación.  En Twitter tengo unos miles, sí miles, de bloqueados. ¿Qué pasa? No tengo por qué aguantar tonterías de nadie. Que clamen en el desierto. O al menos lejos de mis oídos y vista. Paso de poner trolls en mi vida.

Esto escribí hace unos años en relación a los llamados trolls y creo que sigue plenamente vigente:

Su fin no es otro más que hacer daño para así ver satisfecha una suerte de vanidad que esconde resentimiento, envidia y una falta de autoestima más que notable. Por eso interrumpen conversaciones, opinan acerca de lo que desconocen, o sencillamente, insultan y difaman. Son completamente insensibles a las críticas y gozan captando a bobos, que también en las redes sociales haylos, para su causa. Con ellos no se puede razonar, no se puede negociar. Quienes llevamos años en la red tenemos como máxima el famoso “Don’t feed the Troll”. Sabemos que nada hay mejor que ignorarlos hasta que se aburran. Decía Timothy Campbell, con razón, que “si intenta razonar con un Troll, él gana. Si insulta a un Troll, él gana. Si le chilla a un Troll, él gana. Lo único que los Trolls no pueden aguantar es que se les ignore”. Por supuesto que si estamos ante un salvaje que vierte amenazas o calumnias, no está demás, al tiempo que se le ignora, recurrir a la Policía Nacional (@policia en Twitter) o a la Brigada de Delitos Telemáticos. Cada vez son más los cobardes que acaban pagando por sus actos. Y es que el anonimato en la red, puestas las cosas en mano de las autoridades, es sencillamente una ilusión.

Más lo cierto es que los Trolls desaniman a la gente. No son pocas las caras conocidas que han abandonado Twitter después de una campaña más o menos espontánea de la Oenegé Trolls sin Fronteras. A aquellos que aún no se han decidido a participar en las redes sociales, el miedo a sus zarpazos los echa para atrás.

¿Qué se puede hacer para evitar alimentar la vanidad de estos malvados? Cuando usted sospeche que se encuentra en presencia de uno de ellos, plantéele una cuestión amablemente y espere a su reacción. Si la cosa es evidente, bloquéelo. Sáquelo de su vida y, sencillamente, ignórelo. A él y a cuantos le sigan el juego. Ni los Trolls ni los bobos merecen la pena

Pues bien, pese a las voces que se alzan pidiendo regulación y más regulación, el anonimato en la red NO EXISTE, aunque quede chupiguay decir lo contrario, si se viola el Código Penal. Que se lo digan a los frikis o violentos que han recibido la visita de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado después de cometer un  presunto delito.

insulto

Twitter tampoco es diferente a la sociedad española (ya, ya sé que aterra pensar que ese es el nivel).

Algo que algunos periodistas, comunicadores y demás no aciertan a comprender. En USA es obligatorio estar en las redes y al periodista le piden junto con el CV su número Klout (si no sabes de lo que hablo y eres periodista, tienes un problemilla). En países como Alemania tambien comienza a ser lo habitual.

Las redes, además, ni son peligrosas, ni una cueva de salvajes. Son, eso sí, una magnífica fuente de información. Twitter, la red social de microblogging por excelencia, ha ayudado a dar noticias: por ejemplo, cuando los atentados de París en la sala Bataclán, las primeras informaciones llegaron a través de las redes sociales de los propios rehenes. Lo mismo sucedía el otro día cuando el atentado en el aeropuerto de Estambul. Los políticos y famosos cada vez lo usan más: Esperanza Aguirre dio su versión de la famosa multa de tráfico… en su Facebook.  Por otra parte, no lo olviden, el violento o el idiota lo son dentro y fuera de la red. El delicuente es delincuente dentro y fuera de la red. La maldad ya estaba ahí.

bataclan

Por supuesto que los malos usan las nuevas tecnologías para sus delitos, pero eso de «criminalizar» las redes sociales, especialmente Twitter, es absurdo y lo único que demuestra es lo insalvable que es la brecha entre el nativo y el ignorante digital.

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