Por mucho que nos digan en las teles, el mayor problema de España no es que haya que repetir elecciones, que se supone no son el mal, sino «la fiesta de la democracia». Hasta que los españoles nos hemos puesto borricos y los políticos han sido incapaces de ponerse de acuerdo. Especialmente el señor Sánchez, que es un cáncer para nuestro bienestar, porque su obcecación nos va a costar un dineral. Ese dineral es el mayor problema de que en diciembre volvamos a las urnas. Pero ya está. Nada malo hay en votar.
Tiene su gracia que hasta los de Podemos, que van de asamblearios, ahora anden asustados ante la idea de que los españoles opinen una vez más. Y claro, lo están porque la realidad es que el criminalizado Partido Popular es el único que sube (y subirá), pese al cordón sanitario del todos contra el PP, en porcentaje, votos y escaños. Y no se dan cuenta de que, precisamente, la criminalización que se ha hecho del partido de la derecha es lo que está movilizando a sus votantes. Criminalización a la cual se ha apuntado Ciudadanos, que no es un partido sino un cásting. Aún no me han explicado por qué se tiene que ir el candidato ganador, que es Rajoy, y Rivera, Sánchez e Iglesias, los perdedores, no.
Pero, con todo, eso tampoco es lo peor. Que a mí el señor Rajoy, o el resto, me traen sin cuidado. Lo peor es el ansia de revancha, el resentimiento y el odio que se han instalado en la sociedad española. Consecuencia lógica del colectivismo, en donde unos grupos luchan contra otros por robar a todos. Un colectivismo del cual es casi imposible escapar. Y que ha hecho mella en el pensar y sentir de la gente.
Claro ejemplo es el del señor Soria, el canario ex ministro que dimitió por mentir (no por corrupción). Pues bien, ese señor, que a mí me parece que jamás debió de ser ministro después del mensaje que envió a María San Gil, que lo calificó para mi como poco de miserable y mala persona, y cuya gestión al frente del ministerio ha sido un desastre (del impuesto al sol a la renuncia a la reforma energética necesaria). Lo digo para que vaya por delante, que lo normal sería que me sumase a la jauría que quiere evitar que sea nombrado. Pero no lo voy a hacer. Creo que el señor Soria, a falta de que se demuestre prevaricación en el ministerio, debe ser nombrado. Porque haber sido un mal ministro o ser del PP no puede suponer tu muerte civil. Como también se intenta con los magistrados López y Espejel, por ejemplo.
Soria ha aspirado a un puesto administrativo, no político. Porque resulta que es funcionario, técnico comercial, desde los años 80. Y que se ha presentado a una plaza.
Aún nadie de Ciudadanos, PSOE o de los que andan por ahí largando que es una vergüenza y que ellos son el colmo de lo demócrata, ha dicho por qué es tal vergüenza. ¿Había otro candidato mejor cualificado? ¿Ha prevaricado la comisión evaluadora?
El caso es que a Soria quieren lincharlo. Expulsarlo de la vida civil. Y funcionarial. Casi lo que él quería hacer con San Gil.
En unos casos, porque es del PP. En otros porque «todos los políticos son malos». O porque «puso el impuesto al sol» (que no tiene nada que ver con esto) o porque es «un corrupto» (no se sabe que se haya llevado ni un euro y tener una cuenta en Panamá o en Suiza no es delito), porque «el Estado roba» o porque vaya usted a saber por qué.
El caso es que nadie toma distancia. Es el resentimiento en el que caen todos.
El gran problema de España es que en este país no hay demócratas. Y que todo se dice con las vísceras. Así, vamos mal. Muy mal.
Reblogueó esto en El Heraldo Montañés.