Estamos viviendo una nueva etapa de políticas de odio, de discursos de odio, perfectamente calculados, que son lanzados por el líder y replicados por sus subalternos y periodistas afines para hacerse con el lenguaje y la agenda política, que consiguen marcar. Una violencia que no solo es discursiva, sino que también es física (escraches, performances…) y que se ha sabido adaptar perfectamente a las nuevas tecnologías (Twitter, Facebook).