Los liberales ¿comunicamos bien?

Hoy he tenido el honor de participar junto a Fran Carrillo en La Convención Liberal que ha tenido lugar en Madrid. Hemos hablado de comunicación. Aquí os dejo los apuntes que me había hecho para el tema:

Vamos a analizar si los liberales comunican/comunicamos bien o mal. La respuesta es sencilla: lo hacen/hacemos rematadamente mal. Y lo voy a demostrar.

En mi opinión, lo hacemos mal por varios motivos. Aunque el principal motivo es la moda que se ha extendido entre no pocos liberales del desprecio hacia la política. ¿Alguien se imagina que una persona despreciara estudiar medicina, dijera que no sirve para nada, que es el mal, pero pretendiera influir en ella o, peor aún, ejercerla? ¿Se imaginan que alguien pretendiera sustituir la medicina por la arquitectura para sanar un cáncer? Pues eso está sucediendo.¿Acaso no se ha sustituido por buena parte de la derecha, liberal y conservadora, la política por la economía, peor, por la gestión de la economía? En el fondo, ese desprecio nace del desconocimiento. Puesto que lo Político, que no el politiqueo, es inherente a nuestra naturaleza.

Ese desconocimiento de la Ciencia Política es el que hace que, imbuidos como estamos de la mentalidad estatista y del consenso socialdemócrata, aceptemos como buenos la agenda, timing y lenguaje de la izquierda e intentemos jugar en su terreno. En una batalla que siempre, siempre vamos a perder. Aceptando su lenguaje y agenda ganarán siempre la batalla cultural y política.

Les pongo un ejemplo muy actual de cómo la izquierda prepara el terreno: el okupa de Moncloa (me gusta esto de poner sobre la mesa conceptos con contenido político y simbólico) y sus conmilitones llevan desde ayer colocando el mensaje de que con él comienza “un tiempo nuevo” y la prensa pastueña, pero también la que presuntamente no lo es, lo ha aceptado. Al mismo tiempo que Sánchez habla de tiempo nuevo, Margarita Robles dice que son los herederos de ZP. ¿Es nuevo o es más de lo mismo? Da igual, todo lo que hagan ellos va a ser bueno. Porque ese “tiempo nuevo” que todos ellos repiten machaconamente, es un concepto que tiene contenido político y simbólico. Si consiguen que se acepte que este gobierno socialista es un tiempo nuevo, habrán ganado media batalla.

Para que lo vean más claro, según la izquierda el gobierno de Ángel Garrido, o sea, el de la Comunidad de Madrid, es un gobierno interino, provisional. El de Sánchez, “un tiempo nuevo”. ¿Son capaces de ver las consecuencias que esto puede tener en las urnas? ¿Quién representará a la hora de votar lo viejo, lo provisional, lo inestable, lo débil, lo que hay que cambiar? Y ahora díganme… ¿han oído a alguien del PP contraatacar a este concepto o poner conceptos nuevos en el discurso político? Esperen sentados. Están haciendo números o estudiando legislación. Como si eso, en una democracia sentimental e infantilizada importase. No entienden cómo juega la izquierda. El lenguaje crea realidades. 

Siguiente problema que tenemos los liberales: sustituir la política por el marketing sin contenido político de fondo. El marketing, en la época de la imagen y la comunicación es muy importante, nadie lo puede negar. Pero si el producto que se vende está vacío, será muy fácil desenmascararlo una vez perdido el favor mediático. Pedro, ¿qué es una nación? Albert, ¿por qué no se pueden convocar elecciones con una moción de censura ya registrada? Marketing sí, pero con contenido. La política no es un producto más.

Otros problemas: la soberbia de un pequeño mundo endogámico. Verán, el ser humano tiende a reducir el mundo a su pequeña cosmovisión, a su pequeño mundo. Y éste, sin embargo, es mucho más amplio. Debates públicos entre liberales que acaban en disputas acerca de si se puede vender un riñón de un niño es una victoria del socialismo, por cuanto coloca a los liberales como frikis que viven en un mundo paralelo. Porque, teniendo en cuenta que lo intuitivo, como ya señalaban en su día numerosos autores, entre ellos Jean François Revel, es el estatismo, entrar en ese tipo de debates, lo siento, pero crea socialdemócratas a espuertas.

Entonces ¿qué hay que hacer? En primer lugar abandonar los mensajes victimistas: «es que los medios están comprados, no nos hacen caso, todos los que no piensan como yo son socialistas y yo estoy en posesión de la Verdad revelada». Ya sabemos que los medios no son libres y también que la mentalidad estatista es el pensamiento único que se ha impuesto. Gracias. ¿Qué aporta eso?

La batalla de la ideas se tiene que dar enfrentando los conceptos del colectivismo, denunciándolos y creando conceptos propios, por un lado, por otro marcando la agenda política. Con propuestas. Separación de poderes (dejen de decir «división»), representación, libertad individual. Todos los días.  Agenda, timing, conceptos. Jugar como ellos. No contraponer el PIB a un discurso emocional.

Y si pueden pongan pasión y naturalidad en lo que hacen. Un ejemplo: los asesores de Rivera lo han creado tan guapo, aseado, y limpito, tan virtuoso y perfecto que cae mal. Al fin y al cabo el resto solo somos humanos con errores, defectos y pocas virtudes. Rivera es un gran lector de discursos vacíos de contenido como los de una Miss, sabe oratoria, sabe comunicación, pero en cuanto se rasca un poco, no hay más. No es un político porque no sabe política. Lo mismo sucede con no pocos políticos del PP, los tecnócratas, los burócratas o los políticos profesionales sin nada que hacer fuera del cargo público. Enfrente tienen a Pablo Iglesias, que es un chisgarabís, pero algo más que ellos sabe de política. Y además de ser astuto, que lo es, le pone pasión, es adaptativo, cambia la táctica pero no la estrategia. Rivera, sin embargo, cambia táctica y discurso y queda en evidencia. La prisión permanente revisable o la aplicación del 155, que no le gustaba en 2017, son ejemplos de ello. No sirve a la larga.

Si se quiere trasladar a la sociedad un mensaje liberal, hay que dar paso una nueva generación de políticos con un lenguaje nuevo, propio, de batalla, dispuesta a dar la batalla de las ideas, dispuesta a crear conceptos, dispuestos a mancharse en el barro, dispuestos a marcar la agenda. Como hicieron los liberales norteamericanos y franceses del siglo XIX. Ni más ni menos.

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