
36 años después los andaluces han decidido echar al PSOE de la Junta de Andalucía. Podría ser el fin del régimen. Bastaba con ver ayer las caras compungidas de los periodistas “objetivos”, “independientes”y “plurales” de Canal Sur. O de otros medios. El cachondeo, lo tienen en Twitter. Lo que estaba en juego ayer, y así lo habían planteado los propios socialistas, era justamente Canal Sur, o lo que es lo mismo, mantener las redes clientelares. Por cierto, VOX exige el cierre de las teles públicas. A ver si es verdad, que en el siglo XXI de Netflix y HBO, son más que innecesarias, salvo para colocar a amiguetes con título de periodista.
Abiertas las urnas, llegó la sorpresa demoscópica. Una sorpresa que debería de obligar a José Félix Tezanos a dimitir por haber prendido fuego a su cocina. Y al gobierno a cerrar el CIS. Aunque para quienes hemos estado pateando la campaña electoral in situ, y llevamos unas cuantas a nuestras espaldas, la sorpresa no era tanta. Lo que ha quedado de manifiesto, una vez más, es la inutilidad de los estudios demoscópicos previos y la importancia de las campañas electorales, en un momento de volatilidad del voto como nunca ha habido. Que el PP tome nota.
Se palpaba en el ambiente desde hacía días que VOX iba a entrar con fuerza, y no tanto a costa del PP. Nadie preveía, es cierto, que lo haría con doce escaños. Y es que hace unas semanas,desde la formación aseguraban no tener clara la entrada en el parlamento, pero “lo vamos a intentar”. El martes pasado, segunda semana de campaña, ya se hablaba de 3 ó 4 diputados. El jueves eran siete. Ayer a mediodía en VOX hablaban offthe record de una decena de representantes, aunque públicamente se mostraban cautos, por eso de la pelea en los restos.
El matrix mediático causa estragos y nadie pensaba que la suma PP-Cs-VOX podría desalojar al PSOE de San Telmo. Coincidía la formación de derechas sin complejos en la apreciación de su posible éxito con la de sus rivales políticos. Tanto en el PP como en Ciudadanos sabían desde hacía días que VOX entraba. El silencio mediático pone de manifiesto, por una parte, el control de los medios, por otra, la insolvencia del periodismo patrio.
Susana Díaz, convencida que mentando a VOX los andaluces votarían al PSOE para pararlos, los metió en la campaña al afirmar reiteradamente que la formación populista es un partido de “ultraderecha”, “xenófobo”, “machista”y que justifica “la violencia contra las mujeres”. Le ha salido la jugada como le salió a François Mitterand meter al Frente Nacional de Le Pen en las elecciones. Hoy en los barrios llamados obreros de París, o sea, en los barrios en que votaban a la izquierda, gana Marine. La respuesta al insulto le llegó al PSOE a vuelta de tuit de Abascal en forma de querella. Y en las urnas en forma de trasvase de votos desde PP, Cs, Podemos y PSOE… hacia VOX. Sí, de Podemos y Cs a VOX. Porque VOX se ha llevado parte de voto de esa gente decepcionada con los partidos tradicionales, convertidos en burocracias aburridas (lo del PP de Andalucía es como una siesta permanente), que había votado a la “nueva política”. Una “nueva política” que ya es, citando a Pablo Iglesias, casta. De Villa Galapagar a Pozuelo, do mora Rivera. VOX es para muchos el partido “antisistema”, que no es lo mismo que inconstitucional, aunque Carmen Calvo no se entere.
La clave del éxito de VOX no es, como señalan los analistas que pierden el tiempo analizando el CIS, su discurso acerca de la inmigración ilegal. No. La clave es su discurso nacional. Ese “yo soy español, español, español” que ayer ensordecía a quienes estuvimos en el Hotel Ayre de Sevilla, cuartel general de los emocionados representantes de la formación. VOX crece sobre las mismas bases sobre las que crece Ciudadanos. La pelea entre ambos va a ser muy interesante. El PP, que tome nota.
Tan interesante va a ser la bronca que el cambio en Andalucía está en el aire. Medios y partidos, que en España casi siempre son lo mismo, presionan para formar un gobierno PP-Cs que cuente con la abstención del PSOE y que no levante alfombras. Todo menos los “ultras”. Se han empeñado en que ganen las elecciones. No se enteran de nada, como no se enteraron de que Trump iba a ganar. Gracias a ellos.
El PP no puede caer en eso. Ayer en Andalucía no solo se finiquitó un régimen; se liquidó el gobierno de Pedro Sánchez, quien a estas horas debe de haberse propuesto volar en Falcon hasta 2020, porque en cuanto convoque, pierde el avión.
El PP de Pablo Casado, con razón, exige gobernar. Han quedado segundos y sería lo lógico. Abascal lo apoyará, aunque ahí quedan sus declaraciones de campaña: “Juanma, contigo no”. Exigirá el cambio de candidato. Porque VOX necesita cumplir con su electorado. Lo han aprendido de la decepción que ha causado Podemos. Lo que no me gusta de VOX, además del nacionalismo, claro, es la influencia que intuyo de algunos directores de medios, antaño con mando en la plaza de la derecha.
Ciudadanos es la incógnita hoy. Son la derecha-centro-izquierda-liberal-socialdemocracia aseada. O sea, la derecha con complejos. No quieren ver a VOX ni en pintura. De ahí que Rivera montará a buen seguro el paripé. Pero, si me permiten arriesgar, creo que al final a los de Ciudadanos no les va a quedar más remedio que repetir el esquema de Madrid: apoyar un gobierno en minoría del PP y luego votar con PSOE y Podemos en el parlamento.
Claro que en este caso en el parlamento andaluz, estará VOX, quien no se va a cansar de denunciarlo. Desde cualquier altavoz, menos desde el de La Sexta, que tan acertadamente rechazan. Y es que no celebrar su resultado con Ferreras les da más votos que dejarse insultar en directo en televisión unos minutos.
La clave, hoy, en España, es VOX. En mayo lo será aún más. Se ve venir, como lo de Andalucía.