El trumpismo de Podemos.

El populismo no es una ideología de izquierdas o derechas. Es una forma autoritaria  de hacer política que divide el mundo entre los buenos y los malos; el pueblo y el “no pueblo”, los de arriba y los de abajo; los nacionalistas o los constitucionalistas. El discurso del populista siempre apela a emociones negativas como el odio, el resentimiento o la ira a sabiendas de que así movilizan a su electorado y por eso el populismo siempre acaba con imágenes de violencia.

No es lo mismo, por otra parte, populismo que electoralismo. Los demócratas apelan a emociones positivas, como la ilusión o la esperanza y gobiernan para todos. No es el caso de Carmen Calvo, quien en declaraciones a El País dijo que el gobierno busca “culminar un trabajo que es bueno para la izquierda de este país”. Para la izquierda, no para los españoles, como denunció Cayetana Álvarez de Toledo.

Cuando el 6 de enero seguidores del populista Donald Trump asaltaron el Capitolio, los populismos nacionalistas y socialistas españoles se echaron las manos a la cabeza. El populismo de derechas trató de mirar hacia otra parte. Pues bien, los escandalizados son mismos que en septiembre de 2020 jaleaban a quienes intentaban asaltar la Asamblea de Madrid. Los mismos que en 2018 fletaron autobuses para rodear el parlamento andaluz porque el PSOE había sido desalojado del poder; los mismos que apoyaron el acoso al parlamento catalán en medio del golpe sedicioso o los mismos que llamaban en 2014 a rodear el Congreso de los Diputados. El antecedente fue el asalto a las sedes del PP durante las trágicas jornadas de marzo de 2004. Lo hacían, en nombre del pueblo. O sea, de ellos mismos. Sucede igual en Cataluña con quienes no son nacionalistas, pero también en España con quienes no comulgan con el leninismo cultural imperante.

Estos días leemos, vemos o escuchamos a populistas de izquierdas como el documentalista Antonio Maestre defender que nada tiene que ver una cosa con la otra. Es la ceguera ideológica del socialista, que actúa como dispensa moral. Porque es exactamente lo mismo: considerar que las instituciones democráticas no son válidas y por eso deben de ser sustituidas por otras a imagen y semejanza del populista. El cornudo asaltante de Washington y el propagandista de La Sexta tienen en común su desprecio hacia la democracia liberal, base de las sociedades libres.

Publicado en Sierra Madrid en enero de 2021.